jueves, 14 de julio de 2011

Naturaleza

Finalmente a mis 24 años, me he convertido en una experta.
Sé cómo sonreirte, sin dejar que veas esa mueca exagerada que provoca mi verdadera sonrisa. Sé reirme de tus chistes y contestarte con otros incluso más ingeniosos, que seguro te gustan. También sé hacer ese contacto casual con tu brazo para que si todo lo demás falla, te des cuenta que estoy interesada. Sé maquillarme y "peinarme" para verme mejor, aunque el día haya sido una mierda y esté cansada. Sé corregir mi postura en el momento exacto en que me estás viendo, para que no pienses que estoy jorobada. Sé hasta donde mostrar mis piernas para no dejar al descubierto la parte gorda y celulítica. Sé vestirme para que pienses que tengo estilo, sin recurrir a tacones ni escotes. No se diga de ocultar los numerosos excesos de grasa. Sé hablar sobre mi y sobre mi trabajo, de tal forma que te intereses y quieras saber más. Sé hacer las preguntas correctas, para que del mismo modo, pienses que estoy interesada. Mientras todo esto sucede, no se me olvida que no debo descuidarme o verás mi papada, y mi nariz de dinosaurio. También domino la estocada final, ese beso que se salva apenas de lo mediocre, y que te hace pensar que acabas de abrir otras puertas, que desde un principio han estado selladas.
Poseo todos estos conocimientos, que me hubieran servido mucho a los 17, y que, de ser más simple, me harían realmente feliz. Pero luego llega el viernes, y después el sábado, y la película se repite y se repite. Hoy con el vestido y las mallas negras, mañana con los jeans y la chamarra deportiva. Hoy con el estudiante cínico y adorable, mañana con el artista. Hoy que me siento muy triste, mañana que estaré contenta.
Todo se ha vuelto tan mecánico, en esta edad en la que pocos han encontrado alguien con quien coexistir, y muchos estemos bailando a tropezones la misma canción todos los fines de semana.
Invariable y automáticamente, pongo en práctica mis conocimientos, oh gran sabiduría femenina que me aburre y desespera. Prefiero mil veces una plática desinteresada pero natural, a un intento de "ligue" que no te va a llevar a mi entrepierna, hagas lo que hagas, digas lo que digas.

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