domingo, 31 de enero de 2010

Hoy es...

El departamento despedía un olor desagradable. No había hecho la limpieza en semanas. La cocina estaba llena de trastes sucios, un cartón de jugo estaba tirado en el piso, el refrigerador estaba mal cerrado y adentro se pudría un queso junto a una caja de leche light, que nunca se iba a tomar pero que decidió comprar por su obsesión con la gordura. La sala estaba llena de botellas de cerveza, revistas, películas y ceniceros. Una caja de pizza se asomaba debajo del sillón. El baño tenía cabellos en el piso, la taza se veía sucia y el espejo tenía cientos de gotitas que obstruirían la visión del que quisiera mirar su reflejo.
Su cuarto no era diferente. En el buró junto a su cama había otro cenicero, lleno de bachas. Las paredes de la habitación, antes tapizadas con posters y fotos, sólo mostraban la pintura violeta que nadie había retocado en años. Sobre el escritorio estaba su computadora, oculta entre varias tazas de té que se olvidó de llevar a la cocina.
Ella estaba durmiendo en la cama, con las cobijas revueltas sobre su cuerpo desnudo. El enclaustramiento al que se había sometido sirvió de algo, ya no tenía el prominente estómago que la atormentaba. La pérdida de peso la había secado, sus senos ya no eran deseables, ahora colgaban inertes sin que alguien los hubiera tocado en meses. La blancura de su piel dejó de ser agradable, pues se convirtió en una pálidez permanente que le daba un aspecto enfermo. Su cabello estaba muy largo y desaliñado, hacía meses que no lo cortaba.
Una corriente de aire frío la hizo despertarse. Abrió los ojos, confundida y amodorrada. No sabía qué hora era. Después de unos minutos, se miró en el espejo que tenía colgado al lado de la puerta. No estaba segura de si en algún momento se le quitarían esas ojeras. Pensó que nunca antes se había visto tan patética. Percibió el olor a mugre que emanaba de su departamento y sintió vergüenza. Silenciosamente y sin que lo notara, algo se transformó.
Abrió su computadora y recordó lo que había estado haciendo la noche anterior, revisando mails de familiares y amigos que estaban preocupados por ella hasta que se hartaron de no recibir respuesta y dejaron de buscarla. El dolor de cabeza era tan fuerte que pensó en fumarse un porro para quitárselo, pero decidió que, al menos ese día, no lo iba a pasar apendejada.
Se puso una camiseta encima evitando mirarse en el espejo nuevamente. Quiso sacar unos calzones limpios del cajón, pero ya no tenía. Se puso el pantalón de la pijama y salió del cuarto. El tufo del lugar le pegó de lleno en la nariz. Fue a la cocina, sacó una bolsa de basura de la alacena y tiró absolutamente todo lo que encontró a su paso. Platos, ceniceros, vasos, envolturas, cajas, sobras de comida, cd's, papeles y botellas de cerveza fueron a dar al contenedor que habían puesto en el primer piso de ese edificio descuidado y gris.
Cuando regresó a su departamento se detuvo un momento en la puerta y lo observó detenidamente. Hacía mucho que no tenía contacto con otro humano, quién sabe por cuánto tiempo se había encerrado. Sin haber hablado en días, carraspeó y pronunció su nombre en voz alta. Después pronunció el de él.
Se sintió miserable y decepcionada. Estaba asombrada por su estado de deterioro. Había envejecido tanto desde que todo había pasado...
Decidió que no podía continuar así. El panorama de que podría morir en ese estado tan poco decoroso la asqueó. Recordó súbitamente que su cumpleaños sería la próxima semana. Quiso hacer algo por ella.
Lentamente, abrió todas las ventanas de su departamento. Los días nublados de junio siempre le habían gustado.
Trató de lavarse la cara en el lavabo, pero estaba asqueroso. El chorro de la regadera salió débilmente, y se acordó que tenía que pagar el agua. No había jabón, así que se enjuagó la cara y las axilas, consciente de que necesitaba salir de una vez aunque fuera para conseguir todos los víveres que hacían falta en su casa.
Fue a su cuarto y levantó unos pantalones de mezclilla del piso, revisó las bolsas y encontró una moneda de 5 pesos. Lo suficiente como para realizar una llamada, pensó. Se recogió el cabello en una cola, se puso unos lentes que ocultaran su rostro demacrado y se fue, azotando la puerta.

sábado, 30 de enero de 2010

¿Por qué?
¿POR QUÉ?
Por queeeeeeeeeeee!!!???

martes, 26 de enero de 2010

Final

Pretende que soy tu padre, tu hermano, tu abuelo
los modos de tu amante, los ojos de tu hijo.
Tú serás mi esposa, mi hermana, mi madre.
Te veo como vecina, vecina del alma mía,
y en este preciso instante, que el piso se nos termina
PERDÓNAME, PÍDEME PERDÓN
Tomémonos de la mano y soltémonos, aliviémonos
Perdóname, pídeme perdón
tomémonos de la mano y soltémonos, aliviémonos...
Hola, Adiós.
Hola, Adiós.
Hola, Adiós.

domingo, 24 de enero de 2010

The happiest days of our lives

Nunca había disfrutado tanto de mis días como ahora.
Con todo este tiempo libre y tan pocas responsabilidades, es imposible permanecer en casa.
Las ganas de hacer algo diferente en cada oportunidad se ven opacadas por el mismo resultado de siempre, situación que no me molesta, pero me hace mirar todo con ligereza, como si nada importara. Vivir rápido y morir joven se ha convertido en una opción factible para mi.
Personas vienen y se van sin que ninguna cambie el curso de las cosas.
La misma música y el mismo deseo de verte, de saber si estás bien y de corroborar todas esas historias que he escuchado.
La misma dulce resignación de que estamos mejor así.
Notar que las ojeras ya nunca se van, que la comida sigue haciendo estragos en mi, que los pequeños detalles son los que extraño más, que estos días no se repetirán.
Me engaño a mi misma. Estás presente en maneras que ni te imaginas. La conejita sigue en la tarima, el cubo de mil formas y colores está intacto en el librero, las fotos siguen en la papelera sin que me atreva a vaciarla, la postal del bigotón que se parece a ti tiene un lugar privilegiado en mi pared. Y aún así, no me atrevo a hacer esa estúpida llamada pues me aterra que algo salga mal.
Prefiero seguir como hasta ahora, caminando entre los días cual zonámbula sonriente, sin preocupaciones trascendentales, ni dolores insoportables.
Simplemente disfrutando de los mejores días de nuestras vidas.

Cobardía?

Hacía frio y estaba lloviendo. Traté de hacer tiempo caminando alrededor de dónde me encontraba, la lateral de Reforma, a unos cuantos metros del Castillo de Chapultepec. Los chichifos comenzaron a llegar y a tomar sus posiciones. No me prestaron atención, sabían que era inofensiva así que sólo me miraron con desdén. Aún no llegaban por mi y empecé a sentirme nerviosa sin algún motivo específico. Decidí alejarme de esa calle, no quería que me confundieran con uno de ellos, y menos que pensaran que era una "vestida".
Había avanzado algunos metros, cuando escuché una voz desesperada. "¡Ya suéltame!". Provenía de una mujer morena, de estatura mediana, con botas y falda. Tenía el cabello largo y desordenado, su rostro estaba cubierto por las sombras que proyectaban los árboles y edificios. Él, alto, delgado y calvo, no dijo nada, sólo la tomó fuertemente por el brazo y la arrastró para que siguiera caminando. Me congelé unos segundos. Me di cuenta de que mi cara estaba caliente y tenía los ojos muy abiertos. A unos metros de mi, un hombre maltrataba a una mujer sin que ésta pudiera defenderse. No supe qué hacer. Inmediatamente entendí que no tendría el valor de confrontar al tipejo, pero me negaba a presenciar ese abuso sin hacer nada. Lo único que se me ocurrió fue seguir a la pareja, para que él se diera cuenta que no estaban solos y dejara de golpearla. Apenas había avanzado media cuadra, cuando ellos se detuvieron en la esquina. El tipo se paró frente a ella y la sacudió bruscamente. Estaba a punto de cachetearla, cuando me vio acercándome. Bajó la mano y esperó a que pasara a su lado y cruzara la calle para continuar con lo que estaba haciendo. Me sentí como una tonta al darme cuenta que mi plan no había funcionado, además de que ahora resultaría realmente sospechoso si volvía a pasar por ahí sin tener un pretexto. Me da vergüenza reconocerlo pero me acobardé. Me quedé mirándolos desde la esquina, sin hacer nada. Él hablaba con una voz muy baja pero agresiva, ella no se movía. Después se quedaron en silencio y en poco tiempo, él abrió un auto que estaba estacionado y aventó a la chica al asiento trasero, para arrancar y desaparecer.
Poco tiempo después pasaron por mi, al mismo tiempo que un chichifo cerraba el trato y abordaba el carro de un desconocido.

miércoles, 6 de enero de 2010

...

Ayer fue un gran día.
Conocí a "alguien".
Su calidez y naturalidad me hicieron sentir bien en todo momento.
Logró que olvidara todo en un par de horas.
Gracias!

viernes, 1 de enero de 2010