miércoles, 24 de noviembre de 2010

Miedo #2

Salí retrasada, como de costumbre. Apresurada y refunfuñando, me tomé el vaso de jugo que puntualmente me espera en la mesa todas las mañanas. "No te vas a comer la fruta?", la miré con una mezcla de ternura y hartazgo. Las mamás nunca se rinden. Después grité "Adiós" antes de azotar la puerta. Él salió corriendo atrás de mi, recordándome las indicaciones de siempre: "Maneja con cuidado eh?", "No vayas muy rápido, mejor párate más temprano mañana", "Esta es la época de los cristalazos, abusada". A todo respondí que sí, sin poner mucha atención. Me trepé al carro con la ropa echa bolas y justo cuando iba a arrancar, me di cuenta que mi papá estaba pásandole el trapo a los vidrios, perfectamente limpios. Lo miré pensando "no es necesario", y supongo que entendió, porque me dijo "nomás para quitarles el polvo y puedas ver mejor". En ese momento recordé lo mucho que lo quiero y el miedo patológico que tengo a que se muera. A que me deje sola, sin nadie que invariablemente se preocupe por mi, por mi forma de manejar, por los vicios en los que pueda andar metida, por los tipos con quienes salgo, por el mucho o poco empeño que pongo en el trabajo. Sin nadie con esa capacidad de expresarse con tranquilidad y cariño, que se transforman en ira y descontrol minutos después. Sin nadie con quien ver el futbol, ir a comprar películas pirata, llevar a reparar el auto. Nadie con quien jugar luchitas, ni practicar combinaciones de golpes o que me cargue de caballito. Nadie con ese rostro cacarizo y ese pelo ralo, que ya no puede disimular. Nadie que entre a revisar el palo de mi ventana todas las noches antes de dormir, y que pone su despertador cuando sabe que tengo que salir temprano, para que no me vaya a quedar dormida.
Muchas veces he pensado que mataría por él. Estoy segura.