miércoles, 5 de octubre de 2011

Nimiedades, otra vez

A veces pienso que nunca alcanzaré la ecuanimidad. Según yo estoy tranquila, y "PUM", algún putazo, cosquilla, sonrisa o pierna me tocan y me revuelven todo. Y la verdad es que prefiero que sea así a volverme poco a poco como una piedra; de antemano sé que eso pasaría si me reprimiera. Sin embargo, me molesta la facilidad con la que se alborotan mis entrañas. Soy como un hombre al que alguna güera oxigenada le enseña las tetas para conseguir cualquier cosa; fácil, así me siento.
Tienes cara como de roedor, y eso me gusta. Tu talla me da ternura y tu gusto musical es impecable. La desesperación con la que rellenas la pipa y te sirves los tragos me atrae irremediablemente. Supongo que podría decir que me gustas, pero ya está claro que me atraganto con muy poco pinole. Antes de "conocerte" (comillas y risas, por favor) estaba tan apaciguada... Qué ganas de regresar a ese estado. Las palabras que uso para describirme me recuerdan a un perrito, y es que no hay otra manera de ponerlo: una caricia en falso, y entonces me brillan los ojos y muevo el rabo sin parar. Patético, honestamente patético.
Me gustaría ser indiferente como tú. Más bien ausente, así como siempre estás. Pero la descarga eléctrica irregular del lóbulo derecho del encefalograma dice que no puedo. ¿Será eso? Estaré curada en dos años? Capacitada para relacionarme normalmente, sin sobresaltos, sin arrebatos, sin enamoramientos inmediatos? Dejaré de sentirme triste? de tener sueño? De recordar fantasmas que hace mucho me enterraron?
Me molestan las cosas que no son significativas, pero tal vez lo que no alcanzo a comprender es que a los veintitantos nada "DEBE" significar. La realidad es que seguimos siendo unos caguengues a lo mejor con trabajo, a lo mejor con carro, que aún no entienden nada.
De pronto me empieza a temblar la pierna, a dar calor, el cuarto se me hace chico y luego grande, una luz circular se aparece, me acuerdo de ti, un completo extraño, y caigo en cuenta de lo ridículo que es todo lo que siento. Entonces miro en los ojos de quien me acompaña tratando de agarrar el hilo de la conversación que hace mucho abandoné.