sábado, 12 de febrero de 2011

Mala racha

Estas últimas semanas han estado llenas de malas noticias. Es como si las consecuencias de todo lo que he hecho mal, me estallaran en la cara.
Me hice una limpia. Aparte del olor a copal, se quedaron conmigo dos caracolitos. Los voy a traer conmigo, siempre.

Reabriendo ciclos

En el primer semestre de la carrera. conocí mucha gente que, en poco tiempo, desapareció de mi vida. Entre ellos estaba Eder. Alto, delgado y con unos ojotes, me gustaba. Después de vernos diariamente durante algunas semanas, comenzamos a confesarnos traumas, deseos y recuerdos. Nuestra amistad fue más bien extraña. A pesar de ser un poco amanerado, había algo en él que me atraía muchísimo. Tiempo después ocurrieron algunos hechos incómodos que comenzaron a alejarnos, hasta que terminamos por ignorarnos. Me quedé con una mala impresión de él. Dejé de verlo algunos semestres, pues se mudó a España, ya que jugaba futbol. El "reencuentro" fue breve, algún saludo y una plática intrascendente. Años después, cuando yo ya había entrado a trabajar, lo vi un par de veces afuera de los eventos que yo cubría. Al principio sólo nos saludábamos de lejos, pero hace poco, creo que la semana pasada, llegué a un evento dónde sólo estaba él, recargado en una mesa, platicando con su fotógrafo. Llevaba una playera amarilla y unos jeans, con tenis. Decidí platicar con él, movida por un interés que no sé de donde vino. Al principio fue puro blablabla. Regresó de España, vivió en Argentina, colabora en Chilango, reportea para Notmusa, se lastimó las rodillas, superó una enfermedad. Cuando le pregunté cuál, y me respondió que leucemia, me entristecí. Después le pregunté más y más cosas al respecto, y sorprendentemente, contestaba todo sin ningún tipo de incomodidad. En dos momentos particularmente escabrosos de la plática, le dieron ganas de llorar. No sé porqué, pero a mi también. Lo tenía enfrente, hablando de eso como si nada, a pesar de que había estado a punto de morir. Como todos los enfermos de este mal, bajó de peso, se le cayó el cabello, tenía dolores insoportables, pero lo superó. Escribió un libro y oh sorpresa, me dijo que había un pequeño apartado sobre mi. Ahí me di cuenta de que probablemente habíamos sido más importantes de lo que pensábamos. Casi al final terminamos hablando de nuestra amistad relámpago, y porqué había terminado, si en realidad nos apreciábamos. Se sintió bien, me gustó decirle que me daba miedo su mirada con cierta malicia, y me gustó que me dijera que aún recuerda detalles como el mcdonalds, mi viejo celular, el ratoncito que usaba en la mochila, la ropa que traía el día que nos conocimos... Le pedí su teléfono y nos dimos un abrazo, un abrazo que selló el nuevo trato. Tengo un nuevo amigo.