lunes, 17 de enero de 2011

2 momentos agridulces

Hubiera preferido nombrarlo "2 agrios momentos", pero es un título muy pesimista.
La verdad es que la pasé muy bien, no obstante esos chispazos de un dolorcito que no es bueno sentir muy seguido.

El primero tuvo que ver con mi edad.
-¿Cuántos años tienes? ¿26?-
-NO!-
-¿27?-
-Noo!-
-¿28?-
-No- (ya con una expresión de derrota en el rostro)
-¿29, 30?
-No, tengo 23.-
-¿En serio? ¿23?, no no pero yo recuerdo que la vez pasada que nos dijiste tu edad, algo habías comentado de 27 ó 28.-
-Sí, "comenté" que tenía 23 y que se me hacía muy jodido ya parecer de 27 ó 28.-
-Ah-
Durante unos días, estuve viendo fotos de modelos y atractivas celebridades que se encontraban en su mejor momento. Minutos después, fotos de los mismos artistas, ya viejos, aparecían en los buscadores. No lo podía creer. Gente que había sido tan hermosa ahora se mostraba llena de arrugas, de bolsas, sin cabello, sin firmeza en la piel, sin dientes, sin ese "algo" que los había hecho brillar.
-Diablos- pensé, -si ellos que eran tan atractivos, así se ven de viejitos, ¿cómo me veré yo?-.
Y luego esas incómodas experiencias de estar convenciendo a todos de mi edad.
¿Ya me veo vieja? No me chinguen.

El segundo estuvo fuera de nuestras manos. Nuestra caminata nos llevó a un costado del hospital, donde una niña lloraba interminablemente porque había muerto su papá. Lo sé porque cuando pasamos al lado de la familia, su abuela o su madre, no estoy segura, la abrazaba y la mecía, mientras le susurraba -Papá ya no sufre más-. Recordé entonces el miedo que tengo a que se muera mi padre.

¿Y lo dulce? Esos ojos, ese lunar, esa sonrisa.

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