lunes, 7 de diciembre de 2009

Licenciada

Estoy a punto de graduarme, falta una semana para mi examen profesional y a decir verdad, no sé cómo debería sentirme.
La última semana de clases transcurrió con normalidad. Las mismas caras, el mismo ambiente, el hartazgo de siempre. En ningún momento me entristecí al darme cuenta de que ya no vería a esas personas diariamente, ya fuera alegrándome el día con su sonrisa sincera o divirtiéndome con sus comentarios tontos. Tampoco miré con nostalgia la cafetería o la biblioteca. Me despedí con gusto de mi jefe de becarios y de mi jefe de servicio social. No supe que aconsejarle a todos los amigos que mencionaron su desazón al saber que la vida universitaria había terminado.
Al llegar el fin de semana, no celebré haciendo algo especial. Tampoco me emocioné al salir del último examen de la carrera, ni cuando el profesor se despidió de mi con una mirada dulce.
Simplemente me alejé sin mirar atrás.
Ahora que ya pasó una semana, y me preparo para mi último encuentro con la vida académica universitaria, creo que el sentimiento más fuerte que tengo es miedo. Miedo de haber terminado una etapa muy cómoda de la vida, miedo por la incertidumbre que me provoca el panorama de desempleo que sofoca a México, miedo porque a veces me pregunto si es cierto que mi único talento es la escritura. Pero por debajo del miedo, asomándose tímidamente, sin dejarse descubrir del todo, está la emoción. Emoción de haber concluido este ciclo que a veces pensé terminaría conmigo. Emoción por dar un paso a algo nuevo, con otras caras y otras formas de pensar, emoción de al fin poder comprar un periódico para descubrir que publicaron una nota que tiene mi nombre.
Tengo 22 años y me sigo sintiendo como una adolescente. Tengo nervios, pero el tipo de nervios que motivan a hacer las cosas lo mejor posible para que todo salga bien.
Con el término de esta etapa educativa, coinciden también una ruptura amorosa, el final de varias amistades y la depuración de muchos pensamientos superficiales.
A veces dudo mucho, luego, me dan ganas de escribir como loca. Quiero encontrar una manera fácil de hacer dinero y al día siguiente despierto como antes, pensando que voy a estar sola trabajando como corresponsal en alguna guerra, sin hijos ni esposo que se preocupen por mi.
Lo extraño, pero me aferro a que sacarlo de mi vida fue lo mejor que pude haber hecho. Me dan ganas de disculparme pero después me doy cuenta de que no me arrepiento de nada. Poco a poco, hablo menos de las personas y me enfoco más en mi.
Estoy cambiando mucho, me asusta pero me siento cada vez más auténtica, tal como quiero ser...
Ya llegaré.

3 comentarios:

Gastón dijo...

cámara

bueno

a mí porsí me falta un medio año para terminar la licenciatura, pero de por sí que chido es hacer cosas con más empeño y sabiduría que por obligación

un cotorreo muy bueno, es del pasar desapercivido de entre la multitud superficial, y creo que tu miedo está b ien fundado por la situación tan desagradable en la que nos han puesto

saludos, y nunca cambies ha

:D

Anónimo dijo...

Siempre es bueno sentir vertigo o miedo o como sea que tu lo llames, siempre es bueno. Y no hubo nada porque temer :-)

(yo ultimamente si creo que nunca voy a terminar mi carrera... yo siento mucha incertidumbre LA ESCUELA ME ESTA MATANDO ¡¡ o mas bien la presión de mi papa sobre mi por la escuela, por calificaciones por todo)

Anónimo dijo...

yo no soy anónimo soy Mariquita LIl osh no se porque diablos salió así mi comentario .... TEAMO