En cuarto de primaria, tenía una amiga llamada Ximena. Ximena no se caracterizaba por su simpatía ni por su belleza, era una niña normal. Un día, para la clase de español, teníamos que hacer la descripción de alguno de nuestros compañeritos. Yo la elegí a ella, pero contrario a lo que pueden pensar, no la elegí por ser mi mejor amiga ni mucho menos, la elegí para burlarme públicamente de sus defectos. Y recuerdo muy bien que como yo le caía harto bien a la maestra y a los compañeritos, todos me animaron para que leyera en voz alta mi descripción. A la fecha no puedo entender porqué no dije a la mera hora "no, esperen, tengo que cambiarle algunas cosas" o "mejor alguien más y ahorita yo", etc. No. Dije "bueno" y hasta me paré. Comencé "Ximena es una niña flaquita que tiene los ojos de sapo, es morena como sin chiste y tiene el cabello corto y negro..." La risa de todos no se hizo esperar y decidí voltear a donde estaba Ximena. Creo que esa fue la primera vez que alguien me miró con odio (y que yo lo noté). Ella se reía con todos pero sus ojos eran, literalmente, como dos pistolas. Terminé mi descripción diciendo algo así como "Pero aún así, con todos estos defectos, es mi mejor amiga y la quiero mucho" y no puedo entender por qué, pero todos me ovacionaron. La gente se divirtió con la crueldad alevosa que yo utilicé! Ni siquiera la maestra me miró reprobatoriamente, al contrario, me miraba muy divertida. Después le tocó el turno a Ximena, que en cinco minutos reescribió su descripción, para que se adecuara a las circunstancias. "Liliana es una niña enorme que pesa como 58 kilos y nunca se peina..." nuevamente, las risas de todos. Yo no sabía como reaccionar, pero en unos segundos decidí que lo mejor sería reirme al igual que ella. Amigos y enemigos disfrutaban con esta nueva lectura llena de crueldad (créanme, yo estaba completamente consciente de que pesaba como 15 kilos más que las niñas normales, y que también medía como 15 cm más, no necesitaba que nadie lo expusiera; al igual que ella no necesitaba que nadie señalara sus ojos saltones cuando todo mundo sabía que estaban ahí), la maestra continuaba divertida, Ximena fue igualmente ovacionada. Creo que si nos hubiéramos peleado a golpes, nadie nos detendría, más bien se pondrían a gritar "sangre! sangre!". En ese pequeño salón de 4to A, de la primaria Josué Mirlo, me di cuenta un poco de cómo era el mundo (y la gente). De cómo era yo y porqué si Ximena no me había hecho nada, yo decidí humillarla públicamente. Es cierto que los niños pueden ser muy crueles, pero chale! pobre de ella, definitivamente no se merecía semejante gandallez de mi parte. Espero que actualmente, no recuerde este incidente.
Ven? les dije que no sería tan alegre como el anterior...
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